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Notas tras el Alavés-Málaga B: Hay que mejorar

23/9/2003 - 15:48 - Enviada por fidel
Estamos en un año eminentemente resultadista. Si, ya habitualmente, el fútbol se reduce, con el paso del tiempo, a una serie de resultados y clasificaciones, esta temporada, con la presión que el Alavés soporta en lo económico, casi todo se reduce a ganar fin de semana tras fin de semana. En ese sentido, en el partido del domingo ante el Málaga B se cumplió con el objetivo: tres puntos y a otra cosa.

Por desgracia, las cosas no son tan sencillas. El cuarto partido de liga fue, posiblemente, el peor del equipo en lo que se refiere a la capacidad de generar fútbol por parte de los albiazules. El Alavés no va a mejor, y eso no es que tranquilice, precisamente. Son tiempos de paciencia, pero también deberían de serlo de mejoría, de evolución, y no lo parece.

Hubo momentos el pasado domingo en que estaba convencido de que la única razón para que algunos jugadores albiazules estuviesen ahí abajo es que Mel quería poner en evidencia que, cobren lo que cobren, no dan hoy por hoy el nivel para jugar en un equipo que aspira a ascender. Así, cuando dejase en la grada a algunas de esas vacas sagradas, nadie podría reprochárselo. Parece que no iban por ahí los tiros, y que el técnico incluso apreció el que Begoña se sobrepusiese a los pitidos que recibió de la grada. Ibon hizo el centro del gol, y eso justifica su presencia en el once. Resultadismo en estado puro.

No me voy a cebar en Begoña. Admiro su capacidad de trabajo en el campo, y no será tan malo cuando, entrenador tras entrenador, sigue en el once titular. La lentitud -la madre de todas las carencias creativas del equipo- fue una característica común entre los jugadores que empezaron el domingo el choque ante un grupo de jóvenes con calidad pero sin garra. Precisamente la escasa presencia del rival pone más en evidencia al Alavés de este domingo: nada de equipos pegajosos que no dejan respirar, nada de juego subterráneo, nada de brusqedades... el Málaga B parecía el rival propicio para que el Alavés se regalase, ante su afición, un buen partido. Nada más lejos de la realidad. El equipo aseguró el marcador a cero gracias a un Gaspercic solvente y a una zaga más o menos entonada, con tres hombres. Pero no creó, y las pocas veces que el balón llegó al área malacitana, fue desperdiciado.

Así no se va a ninguna parte. Uno recuerda grandes equipos en la anterior etapa del Glorioso en Segunda. El Extremadura de Ortuondo, el Salamanca de Lillo, el Hércules de Juande Ramos, el Alavés de Mané, eran equipos que jugaban al fútbol de maravilla, pese a todos los tópicos-excusa-trampa que se están propalando sobre esta categoría en el entorno albiazul. En Segunda, como en cualquier categoría, se puede jugar bien al fútbol, y si se quiere estar arriba, se debe de jugar bien al fútbol. La bravura es algo que se da por supuesto. Si este Alavés no acaba siendo pronto el equipo de calidad que se le presupone, estaremos condenados a, en el mejor de los casos, el anodino limbo de la mitad de la tabla, la muerte en vida para un club que no se sabe si podrá pagar las nóminas.

Así que este resultadismo de chiripa tiene pinta de acabar mal. Eso sí, sigue habiendo motivos para la esperanza. Faltan buenos jugadores por incorporarse al equipo y el técnico demuestra día tras día su versatilidad táctica, a veces de manera desconcertante. Además, la grada no parece dispuesta a tragar los carros y carretas de antaño. Y se ganan partidos, algo que casi se nos había olvidado, y que se agradece. Sin embargo, hasta que no llegue el día en que el equipo sea no solo resultadista, sino también solvente, no podremos estar tranquilos.